Recuero un buen de cosas de cuando era niña. Fui una niña interesante que a nadie le pareció interesante, y no fui nada normal, de lo cual hasta ahora me doy cuenta.
Desde niña, ya tenía algunas raras habilidades que desarrollé durante mi proceso educativo frente a la televisión mexicana: telenovelas de las 4 y 7 de la tarde (las infantiles y juveniles) de las cuales mi madre me castigaba y yo odiaba que me las prohibiera cuando me portaba mal, casos de la vida real (las del principio eran las mejores), y sobretodo Laura en América.
Gracias a ese repertorio de escenificación realista de la vida en latinoamérica, es que empecé a tenes análisis psicológicos de los personajes, de comportamientos, de causas y efectos, de los cuales solo algunas crueles historias llegaban a arrancarme una que otra lágrima, en vano claro, ya que todo eso no era real.
Recuerdo muy bien que describía las situaciones y hasta ya sabía lo que iba a pasar. Nunca compartí mis pensamientos, y mucha pena me daba decir que veía esos programas, ya que iba en escuelas de paga donde las muchachitas debían ser fresitas y ver o comentar sólo de las novelas juveniles, apesar de ser más chicas de la edad.
Jugábamos en los recreso a Sailor Moon, Power Rangers (jajaja los poderosos guardabosques), etc. de los cuales no me gustaban jugar mucho porque siempre le daban el papel de la protagonista a la más bonita o manipuladora de mi salón, y yo siempre terminaba por irme a otro lado o esperar a que el corto recreo acabara.
Así es la cosa cuando eres niña, te dan asco los niños (hasta tocarlos o rosar con ellos), si no eres la niña más bonita o manipuladora no eres nadie y ni siquiera tienes el derecho de "juntar" o "desjuntar" a las demás niñas, mandas cartas cursis a tus "amiguis" con dibujos ñoños, etc. etc. etc.
Me parece que una de las etapas donde más crueldad hay es en la infancia, los niños entre sí son muy crueles unos con otros, son más discriminativos, burlones, chocantes, envidiosos, etc.
Y yo era una niña de lo más equis entre las niñas, ni bonita ni fea, no era gorda, no tenía la millonada, no llevaba lunch, ni dinero para la cafetería, no sabía dibujar, no me peinaba bonito, no veía las mejores novelas, no tenía los cassettes de britney spears, ni de fey, ni de kabah, y no estaba entre los abanderados de la escuela, para lo que concluimos que no era especial entre los míos. Pero aún así, hacía mis debralles psicológicos dentro de lo cabe en mi imaginación, con la cual hacía mis telenovelas mentales que al llegar a casa y estar sola, yo misma protagonizaba mis novelas, tenía bebés, novios que me abandonaban, lloraba por el abandono con un hijo hecho del suéter de la escuela, golpeaba mujeres que querían arruinar mi felicidad, luchaba por el amor de un hombre imposible, y miles miles de etcéteras.
Desde ahí me llamó mucho la atención la actuación, que desde niña siempre quise ser actriz de telenovelas mexicanas, donde yo según yo, sería la más chingona. Cuando cumplí los 8 años, mis padres como todos típicos adultos que no saben entablar conversaciones con niños, me preguntaron un día que qué era lo que yo quería ser de grande; con toda mi seguridad y orgullo les contesté que quería ser actriz y salir en la tele, y ellos, como todos unos expertos en romper las grandes ilusiones de su hija me contestaron que "para llegar a ser lo que quieres, es necesario que te acuestes con los productores de las novelas, mejor busca otra cosa que quieras hacer".
Desde ahí, mi sueño más frustrado ha sido de las cosas más reprimidas dentro de mi, y una de las causas de mi gran pánico escénico que no puedo evitar delante de un número de personas. Gracias papás.