Mi madre es un caso extra-impresionantemente especial. Es una incógnita para mi racionalidad. No puedo llegar a comprenderla jamás, es como un enigma de la historia personal. Créanme, lo he intentado a diario, siempre surgen preguntas como: ¿en verdad es así? ¿qué habrá pasado en su vida que la orilló a ser así? ¿habrá tenido una vida difícil o rechazada? ¿qué cosas pasan por su mente? ¿porqué es tan incoherentemente irónica? ¿se pueden combinar los adjetivos incoherente e irónico? ¿porqué si ha llevado una vida chida, se comporta como si no? ¿será posible que yo pueda hacer un análisis pricológico a mi mamá? ¿porqué es tan rara?. Chale, son muchas preguntas, que quizás lleguen a caer en lo irracional, pero si ustedes viejos compañeros de la lectura convivieran con una madre (la única) tan racionalmente
irracional, serían ustedes los que terminaran por locos.
Una de las características más intrínsecas de mi madre es su magna hueva. Reconozco que trabaja mucho, que se "parte el lomo" (frase donada por miles de generaciones de madres mexicanas) en su trabajo. Pero conozco madres de familia que por el inmenso amor que le tienen a sus hijos, son capaces de realizar miles de actividades a la vez. Mi madre no, mi mamá jamás cocina, y jamás hace limpieza; por lo cual, se ha convertido en una responsabilidad obligada de la hija, ya que el hijo se la dedica a engordar cada vez más e insultar a la hija.
Como bien ahora sabemos, la hija, Cinthia, es la única encargada del mantenimiento de la limpieza, pero a su edad se las ha arreglado para sólo realizar precisa actividad los sábados en la mañana. Entonces los sábado en la mañana, mamá está totalmente desocupada de deberes, a lo cual su día se comprime a: levantarse muy muy tarde, echar la hueva, ver cualquier pendejada en la tele encerrada en su muy oscuro cuarto, y a veces, muy pocas veces, lavar la ropa ( la de ella y la de su también huevón hijo). Mientras Cinthia lava los pilares enormes de trastes sucios, el mugrero de las mesas, el cochambre de la estufa y lo pegostioso del suelo, su madre pasa a su lado, como si no pasara nada.
Cuando se da cuenta de la actividad de limpieza, prefiere irse a la hamaca que puso en el patio delantero, para "no estorbar".
Sale Cinthia a sacar la basura, la que se recicla, y mamá está en la hamaca, echada.
Bueno, no hace nada, pero almenos no estorba. Luego si.
Ayer sábado, vino mi tía, y estaba ella disfrutando el día en la hamaca predilecta de mi mamá. Me paré frente a ella y le dije: como que me dan ganas de sentarme en la hamaca. Me contestó que lo hiciera. Al principio me dio miedo, que tal si se rompía, si nos caíamos. Me senté.
A los 20 segundos de haberme sentado, caímos. Fue una caída impredecible, seca, dura.
No me pude concentrar en el horrible dolor que me estaba causando en el coxis y en la cabeza por pensar en la satisfacción que me dio haber sido la responsable de haber roto la hamaca predilecta de mi mamá, al mismo tiempo de haberme sentido muy mal por la caída y el golpe en el codo que le causé a mi adorada tía.
Qué cosas. El día de hoy, mi mamá reforzó la hamaca.
domingo, 23 de mayo de 2010
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